sábado, 26 de noviembre de 2016

FIDEL CASTRO

    Nunca se vendieron remeras con la fotografía de Fidel, nadie se tatuó en el brazo su rostro, tampoco supe de posters con su cara. O sea; el merchandising de la revolución cubana tuvo en su marca registrada la imágen de otra persona, de otro guerrillero. A Fidel le robaron el perfil mitológico, sin que esto signifique menguar sus capacidades ni dejar de reconocer que fue uno de los protagonistas de las guerras frías y del siglo XX. Hubo en las distintas organizaciones guerrilleras que actuaron contra el régimen de Batista en Cuba (algunas de ellas anticomunistas) otros líderes con mayor popularidad que Fidel; pero cuidado, Fidel era también muy popular en Cuba y estaba dotado de cualidades como su poderosa oratoria, su habilidad para manipular a las pèrsonas, su ambiguedad y, por sobre todas las cosas era un gran actor. No debemos olvidar que, para hacer lo que hizo tuvo que ser una persona de una audacia especial, no se trataba de ningún cobarde, ni mucho menos tímido.
       Fue un hombre con suerte, eso sí, es innegable, dicen que la CIA intentó asesinarlo en 600 oportunidades- ¿eran tan burros los agentes de la inteligencia norteamericana?- parece que sí, o la suerte de Fidel era sobrenatural. Y observe el lector cuanta suerte tuvo Fidel que sus competidores por el poder de la revolución cubana terminaron así: René Ramos Latour murió en 1958, Camilo Cienfuegos volaba de Camaguey a La Habana el 28 de octubre de 1959 y...¡ desapareció! ni el avión se encontró, Huber Mattos fue torturado y encarcelado 20 años, Manuel Piñeyro-jefe del servicio de contraespionaje- murió en un accidente automovilístico, osvaldo D' Orticos Presidente de Cuba entre 1959 hasta 1976 y destituído por Fidel, se suicidó, Raúl Chibas se rehusó a ser Presidente y huyó a EEUU en 1960, podría continuar, pero con algunos ejemplos alcanzan para comprender la suerte de Fidel. En realidad el líder revolucionario Frank Pais era más respetado que Fidel, pero no tuvo suerte.
        El que no tuvo tanta suerte fue el líder guerrillero que más molestaba a Fidel: Ernesto Guevara, a quién le decían "Che" porque los argentinos usamos con mucha frecuencia esa palabra para dirigirnos a otra persona; lo traicionaron abandonándolo en Bolivia en una misión suicida. Podría escribir un libro sobre Fidel, pero sin dudas, mejor que yo lo harán otros, solo quería destacar...la suerte que tuvo Fidel Castro, dicen que hoy murió, algunos pensamos que mucho antes.
      

miércoles, 16 de noviembre de 2016

Arturo Frondizi "El desarrollismo Argentino"- Por Carola Noelia Ramos -

El siguiente trabajo pretende analizar el período del gobierno desarrollista en Argentina transcurrido entre los años 1958- 1962 bajo la presidencia de Arturo Frondizi. Para poder comprender los objetivos del modelo económico desarrollista y las medidas implementadas para la conclusión de los objetivos planteados por los intelectuales del modelo entre los cuales se destacó, principalmente, Rogelio Frigerio.
EJE 1: Teoría de la dependencia en América.
La Teoría de la dependencia, como corriente de pensamiento, se configuró  mediados de los sesenta mediante un conjunto de trabajos publicados, los cuales generaron dentro de la intelectualidad de América Latina una verdadera discusión. Su pensamiento estará íntimamente relacionado con la intervención de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en los debates en torno al tipo de administración económica que debían adoptar los gobiernos latinoamericanos, luego de la redefinición del escenario mundial, durante la segunda posguerra.
Wallerstein analiza el capitalismo como un sistema basado en una relación económica, social, política y cultural que surgió a finales de la Edad Media y que dio lugar a un sistema mundial y a una economía mundial. Este enfoque enfatiza el rol hegemónico de algunas economías centrales en detrimento de las periféricas.
La Teoría de la dependencia surge hacia las décadas del 60 y 70 y sostiene que el subdesarrollo de los países llamados periféricos está directamente vinculado a la expansión de los países industrializados. Para ella, el subdesarrollo no es una etapa del desarrollo sino una condición en sí misma. Podemos ver a su vez como la dependencia no se limita a las relaciones entre países sino que genera también estructuras internas en las sociedades de América Latina.
Las naciones ricas buscan perpetuar el estado de dependencia de las naciones pobres por múltiples razones y esta influencia no se limita solo a lo económico a pesar de ser su aspecto principal, sino que también comprende y abarca otros ámbitos como el político y mediático. La dependencia económica se convierte en una situación en la cual la producción y la riqueza de algunos países se encuentran condicionadas por el desarrollo y condiciones coyunturales de otros países a los cuales quedan sometidas.
Así es como mientras otras teorías políticas y económicas de las relaciones internacionales dominantes explican los grandes problemas del desarrollo económico de las sociedades en aspectos como, organización social, cultura, tradiciones o instituciones públicas del llamado Tercer Mundo, los enfoques marxistas van a concebir y explicar lúcidamente el atraso y el subdesarrollo como una consecuencia directa del desarrollo del sistema capitalista mundial y su reproducción continua.

EJE 2: El desarrollismo aplicado al caso Argentino: Frigerio.
En la Argentina, el término desarrollismo cristalizó con un significado particular, asociado al gobierno de Arturo Frondizi y  al movimiento ideológico y político que lo tuvo como orientador junto con Rogelio Frigerio.
Pero lo cierto fue que, como expresa Carlos Altamirano, “La idea de desarrollo fue, en la Argentina como en el resto de los países latinoamericanos, el objeto de referencia para argumentos, análisis, y prescripciones distintas dentro del pensamiento social y económico”. Es decir, la problemática del desarrollo atrajo a una amplia franja intelectual.
A partir de los últimos años de la década del cincuenta el discurso relativo al desarrollo fue pregonado a viva voz. Este desarrollismo estaba en el aire y remitía a un espíritu generalizado antes que a un grupo ideológico particular, tuvo diversos focos de incitación, tanto intelectuales como políticos. Entre esos focos no puedo dejar de nombrar el de la CEPAL, ya que se convirtió en un epicentro de inspiración intelectual.
A partir del 1962 la preocupación por el desarrollo hace su aparición también en el campo del pensamiento católico en los artículos de la revista Criterio que le consagra el pensamiento a la CEPAL. Y por último en el ámbito del ejército nacional el atractivo crece, el desarrollo es uno de los tópicos del discurso de Onganía.
El objetivo de las tesis del desarrollo era principalmente la industrialización y una economía nacional menos vulnerable al mercado mundial. Para ello Argentina debía abandonar el rango de país especializado en la producción de bienes primarios que ocupaba en la división internacional del trabajo. La edificación de una estructura industrial integrada, así como el crecimiento económico debían ser promovidos.
Si bien el discurso relativo al desarrollo tuvo estimulación intelectual y política pero ninguno alcanzó la predica y acción con la que lo hicieron Arturo Frondizi y Rogelio Frigerio. Los cuales generaron un movimiento ideológico, empresa política y una fórmula –integración y desarrollo-, para dar respuesta al marco epocal postperonista. El objetivo que tenía el desarrollo basaba su anclaje en la industrialización integral del país y las fuerzas sociales de la transformación serían los trabajadores y los empresarios. El Estado era el cerebro y el agente del desarrollo, pero la iniciativa privada cobraba ahora un relieve importante. Afirmaba Frondizi, si el ahorro nacional era insuficiente podría recurrirse a la colaboración del capital extranjero.
Según los “frigeristas” argentina tenía los atributos básicos de una Nación, pero no lo es plenamente y la causa de la deficiencia del país radica en la base material del país en su estructura económica,  producto de su historia que hizo al país jurídicamente libre pero, económicamente dependiente. Se trataba de realizar una nación constituyéndola como una unidad económicamente libre.
EJE 3: La experiencia histórica: Gobierno de Frondizi.
Arturo Frondizi alcanzó finalmente el gobierno y asumió la presidencia de la nación el 1° de Mayo de 1958. Pocos meses antes había ganado los comicios celebrados para poner fin a la llamada Revolución Libertadora y reinsertar la vida política en un marco constitucional. La experiencia no duró cuatro años, Frondizi fue derrocado a fines de Marzo de 1962 y confinado en Martín García bajo custodia de la Marina.
Hasta enero del 1959 se intentó la implementación del modelo desarrollista basado en el desarrollo de la industria pesada con aportes de inversiones de capital y tecnología extranjera debido a, como he expresado antes, la falta de capital nacional. Pero el modelo proponía asimismo, la modernización del campo, promoviendo el aumento de la producción agropecuaria y al mismo tiempo un aumento de los saldos exportables y del saldo de la balanza comercial.
Como expresa Luis A. Romero esto generaba la revisión de la situación obrera: “Los empresarios, nacionales o extranjeros, coincidían en que cualquier modernización debía modificar el status logrado por los trabajadores durante el peronismo (se debía) revisar su participación en el ingreso nacional, y también a elevar la productividad, racionalizando las tareas y reduciendo la mano de obra. Esto implicaba restringir el poder de los sindicatos, y también el que los trabajadores, amparados por la legislación, habían alcanzado en plantas y fábricas. Recortar los ingresos y recuperar la autoridad patronal era  los puntos salientes de una actitud más general contra la situación de mayor igualdad social lograda por los trabajadores.” Es decir, la pretensión de trabajadores más sumisos frente a los empresarios que invertían en el país. Paulatinamente fue perdiendo el apoyo de la clase obrera y del peronismo por obra del desencanto que generó la disparidad entre el programa electoral y el programa efectivo de gobierno.
Se pidió ayuda al FMI y a los bancos privados, para poder incorporar al plan económico desarrollista un plan de estabilización para poder resolver el problema de la inflación. De los mismos se recibirían aproximadamente 330 millones de dólares. Los mismos pedían a cambio un control monetario más rígido, el fin de los controles de precios y de los subsidios, la restricción del crédito  y elevación de las tasas de interés.
También se sancionó la ley 14.780 que otorgaba grandes beneficios a los inversionistas, dándoles la posibilidad de transferir sus utilidades al exterior. La estabilidad conseguida durante 1959 y 1960 arrastró el salario real, aumentó el costo de vida y modificó el escaso equilibrio que sostenía en el poder  a Frondizi.
CONCLUSIÓN
En cierto modo, la idea de desarrollo fue un sustituto y una variante a la idea de progreso. Pero el desarrollo y el progreso no eran términos del mismo cuadro intelectual y no serían inmediatamente reversibles. El desarrollismo en cualquiera de sus variantes no era liberal. Los liberales vieron en cambio estas teorías como una nueva manifestación del dirigismo económico o estatismo.
A fin de cuentas, Frondizi junto a su consejero, Rogelio Frigerio idearon un plan que perseguía la industrialización del país. Se muestra la influencia del pensamiento cepaliano por el vuelco que se da hacia las industrias de base, había industrias que serían la clave de la expansión y el desarrollo como por ejemplo la petrolera, petroquímica, siderurgia, automotriz, tecnología agrícola, etc. Debido a la falta de ahorro nacional el impulso vendría de la mano de inversiones extranjeras.
Esta política que fue definida por Frondizi como “más acero y más energía, más petróleo y más carbón, más máquinas y fertilizantes para nuestro campo, más automotores, más cemento y más celulosa, más productos químicos y más caminos” produjo un crecimiento industrial importante en el período pero también mostró debilidades. Las nuevas plantas eran ineficientes para competir con el mercado de los países más desarrollados, y para paliar el déficit fiscal se lanzó un plan de Estabilización y Desarrollo que se tradujo en una fuerte devaluación, reducción del gasto público, restricción de tarifas aduaneras y control de salarios y constituyeron así estas medidas, uno de los factores que llevan a un nuevo golpe de estado llevado a cabo por las fuerzas armadas el día 29 de Marzo de 1962.


Una cita con la revoluciòn

Una cita con la Revolución. Historia y política en la historiografía argentina. Aproximaciones a la obra de José Carlos Chiaramonte
Carola Noelia Ramos
Instituto Superior Particular Incorporado Nº 4031 “Fray Francisco de Paula Castañeda”

 En el siguiente trabajo se pretende desarrollar los aportes teóricos y categorías de análisis del historiador José Carlos Chiaramonte  con respecto al proceso emancipador rioplatense.
José Carlos Chiaramonte se ha convertido en uno de los referentes más importantes de la historiografía argentina para la comprensión de los lenguajes políticos en tiempos de independencia. Sus conceptos y aportes son indispensables para poder continuar cuestionándonos sobre este período tan importante para nuestra historia nacional. Por un lado, ofrece concepciones políticas alternativas a la llamada “historia oficial” para repensar la complejidad de los sucesos de Mayo y del proceso emancipador en su totalidad.  Por otro, nos invita a pensar la relación entre la historia y la política como peligrosa mediante el estudio del lenguaje y la historicidad de los conceptos, ya que las significaciones "reales" de los conceptos son la puja política y disputa simbólica que se resuelven entre las interpretaciones de los revisionistas y la de los historiadores académicos.

Discusiones respecto de la idea de nacionalismo argentino en el proceso emancipador
En el desarrollo de este eje se pretende abordar el aspecto de la nacionalidad argentina durante el período emancipador, entendiendo que las naciones fueron consecuencia de las independencias y no su causa, ya que no había identidades nacionales argentina.
La dimensión política e ideológica de la Revolución de Mayo de 1810, de la gestación de la Nación y el ser nacional Argentino, es uno de los elementos del pasado nacional que más se ha discutido e interpretado por la historiografía argentina.
Múltiples son los estudios que emergen de la corriente renovadora de la historiografía, logrando romper con la tradicional historiografía de los llamados “forjadores de la Nación” la cuales pueden considerarse fundantes en cuanto la intención de construir el pasado nacional. Para esta generación la nacionalidad argentina comenzó en Mayo, y la revolución pasaba a ser el origen mismo de la misma y sus gestores una elite esclarecida que supo aprovechar la particular situación por la que pasaba el imperio español.
La historia se convierte en un instrumento para interpretar el pasado y construir un futuro según las necesidades de ese momento. En este período se puede ver una vinculación estrecha entre la política del momento y el interés por la problemática histórica. La historia es un arma política y esto se aprecia con claridad en la obra de Bartolomé Mitre.
Veamos como lo expresa Mitre:
“Los nativos, emancipados por los sucesos, habían pasado de la condición de siervos a la de iguales de los españoles, y como se ha visto, un sentimiento arrogante de nacionalidad se despertaba en ellos. El día que unos cuantos hombres comprendieron esto, estalló la revolución. Por eso, la revolución incubada por una minoría ilustrada, fue recibida por las masas como una ley que se cumplía, sin sacudimientos y sin violencia. Los sucesos de la invasión francesa en España, aunque cooperaron al éxito, no hicieron en realidad sino acelerar la revolución, dando a los directores del pueblo el secreto de la debilidad del opresor y la plena conciencia de su propio poder.”[1].

Las últimas décadas del siglo XX marcan una nueva renovación historiográfica, entre los profesionales más reconocidos se encuentran Tulio Halperín Donghi y José Carlos Chiaramonte. Los mismos asentaron nuevas bases e interpretaciones sobre el proceso de crisis del orden colonial y el surgimiento de los nuevos Estados independientes.
Para Chiaramonte resulta insostenible la idea de la preexistencia de una nacionalidad en el hecho revolucionario, ya que las únicas unidades socio-políticas existentes a lo largo de la primera mitad del siglo XIX fueron las ciudades-provincias. Es decir que la nación fue una consecuencia de la revolución, no una causa. También sostiene la ausencia de pensamientos revolucionarios preexistentes a los episodios de mayo. Sostiene que la revolución se trató de una revolución que nació sin teoría, es decir sin actores políticos y sociales que lo programaran o lo ejecutaran.


Las “Formas de identidades”, en el Río de la Plata post independencia como categoría de análisis
Uno de los principales aportes del autor con respecto al proceso emancipador rioplatense se debe a la coexistencia de tres formas de identidades luego de producida la independencia: una identidad hispanoamericana, una provincial y otra rioplatense. Estas tendencias no eran otra cosa que formas alternativas de sentimiento público.
Chiaramonte estima que a fines del período colonial, los habitantes del Río de la Plata compartían diversos sentimientos de pertenencia: el correspondiente a la nación española, el de español americano, y el regional, circunscripto frecuentemente al núcleo urbano, destacando el papel central de la ciudad hispanocolonial en el origen de las formas de identidad política posteriores a la Independencia.
Poco se ha atendido a que el hecho mismo de su coexistencia traducía también el curso en el que se movía el proceso de la formación de la identidad política, dentro del crítico proceso de formación de nuevos países independientes. Debemos entender estas identidades no como adherencias extrañas a la formación de una identidad nacional sino como  formas alternativas de satisfacer la necesidad de organizar un nuevo estado que suplantase el dominio hispano, y a su coexistencia conflictiva como la inexistencia de un soporte social, superior al provincial, definido para los proyectos de nuevos estados nacionales.

 La relación entre Historia y Política
Chiaramonte es un estudioso del lenguaje no en el sentido propuesto por el giro lingüístico sino en la búsqueda constante de la historicidad de los conceptos y los anacronismos vigentes. Precisamente la utilización consciente del anacronismo con fines políticos es una operación estudiada frecuentemente por el autor. Las significaciones "reales" de los conceptos son la puja política y disputa simbólica que se resuelven entre las interpretaciones de los revisionistas y la de los historiadores académicos.
La interpretación de los hechos históricos está precedida por los valores del investigador y que es inútil otorgarle un único sentido al relato histórico, ya que al historiador se le añade una dificultad distinta, que es la afinidad intelectual u emocional con lo investigado.
Para Chiaramonte y los científicos de la historia profesional sostienen, sin embargo, que "La intención de poner algunos resultados de la historiografía al servicio de otras actividades humanas no es ilegítima mientras ese servicio sea respetuoso del quehacer historiográfico", aunque es muy preciso al declarar que este tipo de historiografía neorevisionista queda "deformada por intereses políticos".
Para el historiador, no puede existir una sana compatibilidad entre el oficio científico del historiador y la militancia política. Incluso sostiene que la labor científica es la forma más loable de servir a un país.
La historiografía contestataria del ´60 y ´70 es vista como politizada, y la “despolitización” se vuelve imprescindible para alcanzar el rigor científico. En esta corriente, en la que se encuentra José Carlos Chiaramonte, se incluye el expurgar cuidadosamente las impregnaciones “marxistas” y sobre todos las que aceptan un espíritu de partido en el desarrollo de la tarea del historiador. 
El reemplazo del pasado revolucionario por un reformismo cada vez más modesto en el marco de una transición a la democracia signó esta nueva actitud. La historiografía debía, en esa línea de ideas, abandonar el espíritu incandescente para centrarse en la producción específica de alto nivel y excelencia.

Por último la producción histórica y literaria sufre los efectos de la industria editorial, y la industria editorial necesita cosas que vendan como por ejemplo una historia de buenos y malos o una historia sobre la intimidad de los próceres. No debemos permitir que la historia se convierta en una fuente de conocimientos útiles para la política, si bien el historiador es un producto histórico, debe separarse la ideologización, para una política determinada.


Conclusión
El Historiador aún está lejos de lo que se enseña en la escuela, por eso se propuso para este trabajo el  título “una cita con la revolución” con el objetivo de que entendamos como futuros educadores que es fundamental encontrarnos con los hechos históricos desde diversas perspectivas para comprenderlos en su totalidad. Específicamente la Revolución de Mayo es un hecho que se piensa hace 200 años pero en la escuela y fundamentalmente en los estudios primarios se sigue difundiendo la historia tradicional Mitrista.
Sin dudas hay una brecha que debe ser cerrada, entre el relato escolar y el saber científico. La historia social se aleja visiblemente de la versión “Billiken” de la historia. Pero no ha logrado saldar esta deuda que tenemos con las futuras generaciones, la unificación de relatos entre la universidad y la escuela.
La historia se diferencia de otras disciplinas por la inexistencia de su objeto de estudio. Los historiadores son ante todo productos históricos por lo tanto se deben a las concepciones y experiencias que ellos mismos tienen. Esto lleva a que el historiador imprima su subjetividad en el estudio de la misma ya que él no es más que un producto social, y por ello existe la historiografía, para lograr comprender interpretaciones de los textos académicos y al autor en su contexto, para encontrar el punto medio en la función social del historiador, ese punto que se podría llamar “entre el claustro y la divulgación”.




[1] MITRE, Bartolomé. “Historia de Belgrano y de la independencia argentina”  tomos VI y IX.