domingo, 8 de mayo de 2016

EL HOMBRE QUE SOÑABA CON VOLVER A SER NIÑO - Por Eduardo Ramos Campagnolo -


       Hacía ya más de once años que el sexagenario- a su pesar - sufría el ghetto de la isla de Utopos, y en honor a la verdad, había muchas cosas que habían dejado de importarle, definitivamente no era una persona común. Compartía la isla con otros 650 desgraciados. Aquél sábado por la noche, tarde ya y luego haber terminado la rutina embobante, justo en el momento en que se disponía a acostarse, habiendo apagado la luz de su claustro, en la oscuridad total, en medio de una luz celeste y verde esmeralda  fulgurante, se le apareció Dios.
        Justo frente a él, a un metro de distancia estaba en pié el creador, inmediatamente comprobó que no era tan alto como él alguna vez había imaginado. Antes que Dios hablara, en esas milésimas de segundo, pensó: ¡ Estoy frito, viene a cobrarme las deudas, mis pecados y mis promesas jamás cumplidas ! ¿ esto no debería ocurrir después de morir ? Pero comprendió que no sentía miedo; entonces Dios habló: 
       - Hijo mío, no me preguntes por los motivos, porque si te los dijera, tampoco los comprenderías; pero he venido a concederte un deseo. Aquello que me pidas, yo te lo concederé en este momento.
       El utopino sexagenario rápidamente hizo un repaso en su mente de las frustraciones que había vivido, repasó sus aspiraciones materiales, intelectuales, sociales, políticas, laborales, familiares, simultáneamente pensaba disociativamente: "Debo decidir rápido, no debo dudar ", y mientras su cerebro funcionaba a una velocidad extraordinaria, no sin gran esfuerzo, se dio cuenta que estaba arrodillado y con la frente pegada al piso en el que se apoyaba con ambas manos. Entonces comprendió que muchas veces había sido feliz en su vida, que a los éxitos o logros no era necesario repetirlos, porque ya estaban, tenían existencia real y también comprendió que aquellas cosas que no había podido obtener o lograr eran las que habían posibilitado el entendimiento que le permitió valorar las que sí había obtenido. Dimensionar la enorme grandeza de las pequeñas cosas cotidianas.
       Entonces respondió: Padre... me gustaría recuperar la inocencia... quiero volver a ser un niño.


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